viernes, 27 de abril de 2012

31.


Me tuviste, fui tan tuya como mía, y no hiciste más que dejarlo ir. Fue muy simple, lo más fácil renunciar es esto que parecía darnos tanta vida, tanto espacio para respirar. El uno para el otro, eramos ese aire que sopla, eramos lo que necesitabamos, lo que queríamos ser. No había mucha vuelta, te quería, me querías y todo lo demás se iba dando con normalidad. Solía pensar que las chicas que empezaron a aparecer tenían la culpa de nuestro distanciamiento, realmente las odiaba, por ser tan hijas de puta, por sacarme lo que me hacía bien cuando en verdad no eran más que una de las tantas razones y excusas que existían. Muchas cosas se interpusieron en el camino, no lo dudo, pero la principal fuiste tú mismo, interponiendote entre tus sentimientos.
A veces pienso que también fui una del monton. O así lo sentí cuando te leí comentandote con una de ellas, sentí cuando en ese preciso momento el mundo comenzó a desmoronarse, pedazo a pedazo, recuerdo a recuerdo, todo totalmente destrozado. No me pediste perdón, no me explicaste, no habían palabras para hacerlo. Tus ojos fríos notaron que desde el momento en que decidiste besarlas, abrazarlas, hablarles como a mi, me habías perdido. Tu silencio fue mucho más fuerte que tus ganas de arreglarlo. Y si te hubiese bastado con una sóla, pero fueron muchas, muchas chicas una detras de otra, todo enfrente de mis narices. Me creíste una insensible, hiciste de mi a una desconfiada, a una chica herida en el alma. Eras un desastre pero si no fueses quien eres, no te hubiese amado como te amé.



No hay comentarios:

Publicar un comentario